San Juanito servido por ángeles

 

San Juanito servido por ángeles

Fotografía: Archivo Museo de Bellas Artes de Sevilla

San Juanito servido por ángeles.

Juan del Castillo (Sevilla, c. 1590 – c. 1657).

Década de 1630.

Museo de Bellas Artes de Sevilla, CE0803P.

Óleo sobre lienzo, 117 x 95 cm.

 

San Juanito es representado en el desierto, transformado en un edénico paraje de frondosos árboles, donde vive desde niño, en el momento en que dos ángeles infantes le confortan ofreciéndole panalillos de miel en una bandeja y unas frutas. Castillo alude en su obra, quizá destinada a algún refectorio conventual, a la frugal alimentación de Juan el Bautista mencionada en los evangelios de Mateo, 3, 4 y Marcos, 1, 6: “se alimentaba de langostas (una suerte de algarrobas) y miel silvestre”; así como en la biografía del santo, escrita por Alonso Orozco en 1580. Este tipo de escenas religiosas infantiles, llenas de ternura y en consonancia con la piedad popular sevillana, calarán hondo en su brillante discípulo Bartolomé Esteban Murillo.

Aunque infrecuente, esta amable iconografía infantil, emanada de la de Cristo servido por ángeles, tuvo un interesante eco en nuestra ciudad. El propio artista realizó otra pintura de idéntica temática que se conserva en colección particular. Anteriores a las dos obras de Castillo son los relieves de san Juanito con dos ángeles niños ejecutados por Juan Martínez Montañés, el primero de 1608 con destino al retablo mayor del convento de la Concepción de Lima y el segundo entre 1610 y 1620 para el retablo de san Juan Bautista, hoy en la sevillana iglesia de la Anunciación, procedente del convento de Santa María del Socorro, adquirido para el Museo de Bellas Artes de Sevilla en 1974.

El pintor se adhiere a las corrientes teóricas vigentes en su época. Por un lado, se hace eco del canon infantil expuesto por Juan de Arfe en su De varia commensvracion para la Escvlptura y la Architectvra, publicada en Sevilla en 1595, donde sugiere la manera de representar a un niño de tres años, de carne “rolliza y tierna”, con algunas “arrugas hondas”, por ejemplo, en las muñecas y por encima de los pies, tal y como podemos ver en el san Juanito de Castillo. Por otro lado, Francisco Pacheco señala en su tratado Arte de la Pintura, también impreso en Sevilla ya en 1649, que había pintores que no eran partidarios de representar a san Juan con una cruz de caña, ya que Jesús aún no había sido crucificado. Sin embargo, el suegro de Velázquez recomienda que “a su Precursor San Juan se le puede y debe pintar [la cruz] en todas edades; pues, juntamente con Cristo, en ella contemplaría y con ella tendría sus coloquios, y predicaría teniéndola en sus manos”. Así pues, Castillo representa a san Juanito sosteniendo uno de sus más característicos atributos iconográficos, provisto de la filacteria que reza: “ECCE ANNUS −por agnus DEI” (He aquí el cordero de Dios), que resume su ministerio profético como anunciador de la llegada del Mesías. 

 

Lourdes Páez Morales

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