San Juan Bautista (Hdad. de los Panaderos)

 

San Juan Bautista (Hdad. de los Panaderos)

Fotografía: José María Pichardo

San Juan Bautista.      

Anónimo veneciano.

Último tercio del siglo XVI.

Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder en su Prendimiento, María Santísima de Regla y San Andrés Apóstol. Sevilla.

 

Esta interesante pintura proviene del patrimonio de la hermandad de San Andrés, patrón de los alarifes. Se trata de una obra manierista italiana que evoca la estética de la escuela veneciana. La escena nos muestra a San Juan en primer plano señalando con la mano derecha al Cordero Místico, símbolo de Jesucristo. Tras él se aprecia un paisaje en penumbra, que sirve de base a la recreación del rio Jordán, escenario del bautismo.  

Nos presenta a un Bautista joven, imberbe, de una desmesurada corpulencia y cabello dorado.  Este modelo tuvo seguidores en la Italia del quinientos­; recordemos al San Sebastián de Broncino conservado en el museo nacional Thyssen-Bornemisza. El precursor de Cristo aparece sentado en posición de oblicuidad. Aunque en actitud sosegada, el santo muestra una anatomía tensionada que responde a la esencia  del manierismo, que une dos polos distintos aparentemente inconciliables. Su complexión muscular exagerada y su colosal anatomía aluden manifiestamente a los modelos miguelangelescos. El anónimo autor enfatiza la complejidad, la tensión y la estabilidad en una composición formada por una serie de diagonales. Una desde el rostro hasta a su  codo izquierdo y la túnica. Otra desde la rodilla izquierda hasta los plisados del mismo lado. Las dos que se cruzan en las piernas. Y por último, la que partiendo de la mano con la caña pasa por la otra mano y finaliza en el gesto del Cordero. La disposición crea un efecto de profundidad y dinamismo, difuminando el contorno de la figura principal para lograr una transición suave entre luces y sombras. Este óleo recuerda en su composición a la obra  San Juan Limosnero de Tiziano.

La factura libre y rápida empleada por el anónimo autor conjuga la belleza con la emoción. Utiliza pinceladas sueltas y gestuales que crean  en el simulacro una sensación de movimiento y vida. El tratamiento de los ropajes y el color  evoca los modelos venecianos. El rojo veneciano queda plasmado en la indumentaria del santo, pues presenta un parecido considerable con la clámide del Ecce Homo de Tiziano de 1548, conservado en el museo del Prado. Con respecto al paisaje,  el más cercano se interpreta en oscuridad, contrastando con el del fondo donde predominan los tonos azules oscuros y verdes, trazados de esta forma para crear profundidad. Esta interpretación del paisaje de fondo como un decorado teatral, aunque manierista, empieza a vislumbrar el Barroco. Este mismo concepto se puede apreciar en la obra de Jacopo Bassano, la parábola del sembrador, del Museo Thyssen-Bornemisza                  

La escena se representa al amanecer porque alude el inicio de una nueva etapa. La figura del bautista anuncia, de forma alegórica, la hora del Mesías representado como el Cordero Místico, que  aparece de espaldas en primer plano. El santo lo señala y lo  ofrece  al espectador con la mano derecha,  y con la izquierda sostiene la cruz de cañas con la filacteria Agnus Dei, desafortunadamente casi desaparecida. Aunque de formas muy manieristas, el fondo delata el conocimiento de la doctrina surgida del Concilio de Trento, habida cuenta del carácter catequético que proclama.

Antonio Mañes Manaute

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