
San Juan Bautista (Zurbarán)
Fotografía: Manuel Jesús Rodríguez Rechi
San Juan Bautista.
Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, 1598 – Madrid, 1664).
Hacia 1640-1650.
Cabildo Catedral Metropolitano de Sevilla. Santa Iglesia Catedral de Sevilla.
Óleo sobre lienzo. 160 x 164 cm.
Francisco de Zurbarán disfrutó de dos estancias madrileñas: una entre 1634 y 1635 y otra desde 1658 hasta su muerte en 1664. Entre ambos hitos debe encuadrarse la realización de esta sobresaliente pintura pensada para la devoción privada y que fue donada al Cabildo de la Catedral de Sevilla por Pedro Curiel, racionero de la misma, en la primera mitad del siglo XVIII. Soy partidario de adelantar su cronología a los primeros años de la década de los cuarenta (en vez de encuadrarla en los cincuenta como propone Delenda), gracias a las patentes analogías que mantiene con la serie de evangelistas y con el propio San Juan Bautista que decoran el retablo mayor de la Cartuja de Jerez, realizadas entre 1638-1639. Todas comparten el mismo esquema compositivo: lienzo apaisado, con figura principal situada en uno de los lados y fondo de paisaje, todo tratado con técnica claroscurista y expresividad mística en rostros y actitudes, cuyo resultado es un aura proclive a la devoción.
En el caso de la obra que nos ocupa, el maestro de Fuente de Cantos representa un San Juan adolescente de rostro imberbe y sedosas guedejas, sentado sobre una roca, sosteniendo la cruz y acompañado por el cordero a sus pies. Al disponerlo de perfil se permite admirar un magnífico estudio anatómico a través de las lagunas que deja la piel de camello y el manto rojo. Efectivamente, el hombro y brazo derechos y parte del torso y las piernas quedan al descubierto y esto hace que la figura emerja de una misteriosa penumbra ambiental que deja entrever un fondo de paisaje en el que destacan, por un lado, el verde de las arboledas, con el gris rocoso de la peña que se abre, el del quedo y frío estanque y el de las nubes envolventes. Esta manera de representar al santo fue criticada por Interián de Ayala, que no era partidario de hacer del Precursor de Cristo en su faceta de ermitaño un modelo de excusa para los artistas a la hora de mostrar desnudos y medios desnudos.
Otras obras de parecida impronta y misma fase creativa son el Niño Jesús hiriéndose con la corona de espinas en el taller de Nazaret (Palma de Mallorca, colección particular) o La Virgen niña orando (Nueva York, Metropolitan Museum). Como inspiradora de otras obras cabe citar la importante deuda que muestra la pintura firmada por Francisco Polanco con el mismo tema que se encuentra en la capilla de San José del templo metropolitano hispalense, y que debió ejecutarse entre 1648-1651, fecha esta última del fallecimiento del pintor, una prueba más de que esta destacada obra de Zurbarán debió ser conocida ya en los primeros cuarenta del seiscientos.
Álvaro Cabezas García

